¿Por qué leemos? Memorias de una escritora novata.
“Si
quieren escribir bien, lean buenos libros…”
Éstas fueron las
palabras con las cuales –irónicamente- me inspiré para escribir este pequeño
artículo. Y es que no creo ser la única inadaptada que a veces no despega los
ojos de un libro –sin contar mi crush
con una interminable lista de personajes ficticios- y prefiere leer antes de
hacer cualquier otra cosa que parecería mucho más atractiva para otras
personas.
A quién no le han
preguntado: ¿Por qué lees? Bien, aquí están mis posibles respuestas.
·
Leer te desconecta de la realidad y te conecta a un universo alterno, del cual
eres un completo espectador, sujeto a los deseos del autor y su historia, que
se escurre entre tus dedos con cada pasar de hoja. Puedes pensar en otra cosa
que no sean los problemas y crisis diarias, y puedes dejar que el tiempo fluya
en medio del tráfico. Por lo mencionado antes, leer disminuye el estrés.
·
También reduce considerablemente la
posibilidad de tener Alzheimer… ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí.
“Según un estudio
publicado en la edición online de la revista Archives of Neurology, los
escáneres cerebrales revelaron que aquellos que han realizado este tipo de
actividad tienen niveles reducidos de la proteína beta-amiloide, que es la
que forma las placas seniles en el cerebro de los pacientes de Alzheimer”.
Creo que cierta Musa de
la Caja jamás padecerá de Alzheimer…
·
Además ayuda a mejorar tu ortografía y
redacción: Gracias a la lectura podrás solucionar dudas básicas que quizá no te
parezcan tan claras en la teoría; el claro ejemplo es saber diferenciar “ahí”,
“Ay”, “hay”, y en casos más complejos, tener que recurrir al diccionario porque
simplemente el autor usa una palabra que no comprendemos. Sin mencionar todos
los conocimientos que puede dejarnos un buen libro, no sólo gramaticalmente
hablando.
Por último pero no
menos importante: Leer inspira. Y si eres un escritor novata como yo, la
lectura es un vehículo mediante el cual puedes acercarte a diversos autores,
estilos, ambientaciones y tiempo, y escribir, escribir… porque a veces “echando a perder se aprende”.
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