Memorias
de una Lectora Promiscua.
Pasos
a seguir para ser un buen Lector Promiscuo.
1. Adquirir
un libro de su interés (prestado, comprado, en línea, da igual), y empezarlo
cuanto antes.
2. Comenzar
a leerlo en todas partes, el transporte público, antes de dormir, durante la
comida, mientras evade usted las responsabilidades, etc.
3. Enamorarse
de otro libro (amor a primera vista, amor “lo vi en barata” amor “lo bajé
gratis” amor “me adoran y me lo regalaron”.
4. Ya
que ha repetido usted el paso uno, continúe con los siguientes pasos de la
lista.
promiscuo,
cua.
(Del lat. promiscŭus).
Soy
una mezcla de libros, eso es lo que soy. Si contara todos los libros que he
empezado y que me observan con rencor desde mi librero, seguramente sería
asesinada por un sinfín de literatura despreciada. No es algo que controle,
mucho menos algo que desee, simplemente pasa, un libro llega a mis manos y no
puedo parar hasta terminarlo -y en algunos casos así es-, pero en otros, un
libro salvaje aparece y repito los pasos ya citados antes.
¿Por
qué simplemente no los termino antes de empezar uno nuevo? Simple, la mayoría de
los casos no quiero acabarlos, no estoy de humor para terminar ese libro en
particular, tengo carga académica y falta de tiempo, por mencionar algunas razones.
Quiero
saber cómo terminan y a la vez no –por maniático que se lea- y es que no hay nada peor que no saber qué será
de tu vida una vez que lo termines, o que tengas que esperar a que salga el
siguiente. Sí, la vida sigue… ¿pero mientras, qué?
Otra
razón por la que a veces no los termino es porque no son de mi total agrado. Sí, lamento
decirlo, pero hay cosas que simplemente no merecen ser leídas, es decir, cada
quien elige qué leer y de qué abstenerse.
Si
me dieran una moneda cada vez que me da cruda literaria, seguramente podría
pagar los libros que veo con tristeza desde afuera de la librería. Sí, otra
razón por la que no los termino es por la bien llamada “cruda literaria”.
Tristeza, ansiedad, nihilismo absoluto, es como ver La tumba de las
luciérnagas y querer aventarte desde lo alto de un edificio. O como diría José Alfredo
Jiménez “la vida no vale nada”. Y no escribo todo esto porque me esté
justificando, simplemente quien se haya hecho bolita después de terminar un
libro y no haya querido salir de su posición fetal durante un tiempo, me
comprenderá.
Creo
que debería de empezar a hablar de las ventajas de ser un Lector Promiscuo,
porque sí, sí las hay.
Existe
toda una gama de universos, personajes, épocas, sentimientos, lugares. Es como
darte una zambullida en Sicilia y salir en Eretz y contemplar a los ángeles.
Leer varios libros a la vez te aleja de toda preocupación o problema, y al
menos por unos instantes, puedes volar sin alas y caer sin que te duela.
Pero
la advertencia que compete a todo Lector Promiscuo: Pon atención –verdadera atención-
a lo que lees. No vaya a ser que
comiences a fusionar historias –y sí, los crossover
son interesantes, en la mayoría de los casos- pero puede pasar que después ni
siquiera puedas recordar el nombre del personaje principal.
Y
ahora, mientras divago entre mafia y vampirismo, puedo declararme maniática,
obsesionada, ansiosa por tener más tiempo para leer…Lectora Promiscua.
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